Contrariamente a lo que muchos suponen, la Argentina cuenta con muy pocos cines. Según información suministrada por el Incaa, el país tiene en funcionamiento apenas 800 pantallas. Muy lejos de las 4.500 de Brasil, las cinco mil de México e incluso de las 1.500 de Colombia. A pesar de que durante lo que va de 2011 se abrieron 13 nuevas salas –que ofrecen, subdivididas, un total de 25 pantallas–, la oferta continúa siendo pobre en relación a la producción de películas en la Argentina y otros países no centrales, y la demanda cultural que genera la nación.
Una de las medidas que estudia el Incaa para contrarrestar que la escasa cantidad de salas sea copada por los tanques de Hollywood es aplicar un impuesto sobre las películas que salgan al mercado con más de 80 copias. Si la cantidad de copias superara las 130, la tasa subiría un 1.000 por ciento. Esta medida que en principio podría aplicarse por una normativa interna del Incaa –también se analiza ejecutarla vía decreto o por ley– persigue un fin disuasorio y al mismo tiempo pretende generar recursos para apoyar económicamente a la producción nacional y los cines que no pertenecen a las grandes cadenas.
“Estamos trabajando para revertir algunas tendencias que nos parecen muy preocupantes. En principio, buscamos la mejor forma para regular la distribución de películas en pantalla en todo el territorio. Porque acá hay varios problemas. Una gran concentración de películas en la Capital Federal y la falta de llegada de muchos filmes a las salas de las provincias del interior. Por ejemplo, todo lo que sea cine nacional tiene grandes dificultades para encontrar un lugar en las provincias. Esto sucede por problemas de logística y escasa cantidad de copias. Por eso, creemos que las nuevas tecnologías pueden funcionar como una herramienta para acortar brechas. Estamos en un momento de grandes cambios. Facilitar la digitalización de las salas nacionales y los espacios Incaa mediante créditos blandos o subsidios para aquellos que no puedan acceder a un préstamo porque no tienen garantías reales de que puedan efectuar ese pago es una de las estrategias en las que estamos trabajando”, explica Liliana Mazure, titular del Incaa.
Por la vuelta de los cines de barrio. Las multipantallas de las cadenas de cines son los brazos globales de los grandes estudios de Hollywood. Ofrecen confort, calidad y servicios, y al mismo tiempo favorecen la concentración. Funcionan como una estructura de circulación importante, pero resulta peligroso que sea la única. En ese contexto, la defensa de los cines de barrio tiene que ver con la identidad, los valores culturales, incluso con un sentido de distribución comercial –elude que toda actividad comercial y cinéfila necesite obligatoriamente de un shopping–, pero también defiende espacios de exhibición más democráticos.
En los últimos tiempos, vecinos de cines emblemáticos como Gran Rivadavia (Floresta), El Plata (Mataderos), El Progreso (Villa Lugano), 25 de Mayo (Villa Urquiza), Aconcagua (Villa Devoto), Arteplex (Caballito), Tarico (Paternal) y Jacobeo (Villa Del Parque), entre otros, se unieron para hacer sentir cada vez con más fuerza su reclamos para que vuelvan a funcionar. Bajo la consigna “Cines de barrio de ayer, hoy y mañana”, Mazure organizó a fines de julio un encuentro con vecinos y organizaciones vecinales de la Ciudad en el Espacio Incaa Artecinema de Constitución. El Incaa pretende encontrar una modalidad específica para cada caso que permita volver a abrir estos cines de barrio. Hace dos años se logró volver a hacer funcionar al cine-teatro 25 de Mayo. No es una tarea sencilla, pero el compromiso de los vecinos articulado con apoyos del Incaa y en algunos casos empresarios privados pueden permitir llegar a desenlaces felices. Pero las buenas intenciones necesitan articulaciones complejas y solo el tiempo permitirá comprobar los resultados concretos de estas voluntades.
Mazure asegura: “Durante los ’90, con las políticas neoliberales, cerraron muchos cines y el mercado se modificó drásticamente. Pero el consumo cultural argentino demanda más salas. Falta esa oferta democratizante en los barrios. Hay movimientos de vecinos muy importantes en la Ciudad de Buenos Aires que están tratando de rescatar sus salas. Es un tema apasionante. Nosotros apoyamos las luchas de los vecinos por recuperar esos espacios pero cada caso es muy diferente. Hay que analizar quién es el propietario del local, quién administraba el cine, en qué estado se encuentran las instalaciones, el compromiso de los vecinos, si hay privados interesados en invertir, la factibilidad de que esos espacios funcionen con la ayuda del Incaa… Es muy complejo. Pero no bajamos los brazos”.
El Incaa cuenta con 37 pantallas en todo el país. El Gaumont (Ciudad de Buenos Aires), La Máscara (Ciudad de Buenos Aires), Artecinema (Ciudad de Buenso Aires), La Matanza (Buenos Aires), Burzaco (Buenos Aires), La Plata (Buenos Aires), Tapalqué (Buenos Aires), Rosario (Santa Fe) y Paraná (Entre Ríos), entre otras. Constituyen una red alternativa valiosa que exhibe películas de calidad a precios populares (a un promedio de ocho pesos, mientras que en los cines comerciales rondan los 25). Pero no alcanza para triunfar sobre las tendencias de mercado. Por eso resultan tan necesarias políticas de amplio espectro que contribuyan a frenar y revertir el despliegue asfixiante de los tanques de Hollywood y similares. Ese es el gran desafío del Incaa.
• SALVAR A FLORESTA. Gabriel de Bella: “Nos lanzamos a buscar nuevas alternativas”
Gabriel de Bella es uno de los representantes más visibles de la Asociación Salvar a Floresta. Uno de los objetivos que esta asociación de vecinos persigue con mayor tenacidad es reabrir el emblemático cine Gran Rivadavia, cerrado a fines de 2004. Sus esfuerzos comenzaron en agosto de 2009: en septiembre ya habían juntado 1.400 firmas –representativa de cada butaca– e inmediatamente las presentaron ante el ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires y el de la Nación. Este 25 de marzo juntaron más de 500 personas para ver El secreto de sus ojos en la puerta del cine. “Generamos una repercusión enorme y muchas adhesiones. Pero la solución es muy difícil. La gente del Incaa nos dijo que podían generar un sistema de subsidios para facilitar el funcionamiento del cine. Pero que no cuentan con recursos para comprarlo, que en estos casos son los municipios los que los adquieren. Pero desde la Ciudad de Buenos Aires nos dijeron que ellos no estaban interesados. Entonces nos lanzamos a buscar alternativas”, detalla De Bella.
–¿Qué otros caminos recorrieron?
–Buscamos créditos en el Banco Nación. Se hicieron análisis de viabilidad y los resultados fueron positivos. Pero después apareció un empresario que decía estar muy interesado. Tenía fondos, la ilusión empezó a tomar cuerpo, pero resultó que sus capitales eran españoles y al dispararse la crisis se esfumaron. Entonces esa vía quedó en la nada. Ahora buscamos nuevas posibilidades, no nos vamos a quedar de brazos cruzados. Aspiramos a que funcione como cine-teatro para darle mayores posibilidades para que tenga actividad todos los días y para que se transforme en un centro cultural convocante. Lamentablemente, no tenemos la solución a la vuelta de la esquina, pero seguimos insistiendo y sabemos que si somos consecuentes con nuestras ideas podremos recuperar un espacio único para Floresta.
Fuente: MiradasAlSur
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