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jueves, 1 de septiembre de 2011

Caluroso recibimiento a "Un Dios salvaje" y abucheos para Madonna en la Mostra


John C. Reilly, Kate Winslet y Christoph Waltz (Reuters)

El "glamour" rima con el Lido y la Mostra veneciana. Las estrellas del firmamento de Hollywood ganan enteros con un canal detrás y el perfil del león alado les aporta elegancia clásica. De ahí que en ningún otro lugar mejor que este una estrella sea capaz de matar a un director ausente. A pesar de que "Un Dios salvaje" ha sido la película del día aplaudida por la crítica, los papparazi lo tenían claro: Nadie como Madonna, que presentó entre aburrimiento y abucheos su nueva realización "W.E.", para convocar multitudes.

Pero, ya serenados, convengamos que esto es un festival de cine, con una competencia principal, de la que salen los Leones, y Madonna y su nueva película estaban en el cajón de-sastre del Fuera de Concurso. Así que lo primero es lo primero: "Un dios salvaje". El veterano amante de los recovecos más retorcidos del alma humana Roman Polanski, que no ha venido para evitar a Berlusconi un mal rato como el que pasaron las autoridades helvéticas cuando la Justicia estadounidense pidió su extradición (ya saben, el asunto de la adolescente que drogó y violó...), tomó una exitosa pieza teatral de Yasmina Reza, muy exportada, y la ha convertido en un sólido duelo interpretativo que logra romper los muros de lo teatral.

Esta historia sobre dos parejas de clase media que intentan superar "educada y racionalmente" una pelea-agresión entre sus respectivos hijos preadolescentes se sustenta en cuatro solidísimos pilares, cuatro actores de raza que son capaces de trasladarnos del humor a la crueldad: Jodie Foster, Kate Winslet, Christoph Waltz y John C. Reilly. Frente a la pieza, que se ha representado en todo el mundo, Polanski, de la mano de la propia autora con la que colaboró en el guión, aporta apenas unos planos exteriores, pero gracias a la complicidad de los actores y de un metraje escueto, sumado a sus habilidades de realización, consigue el objetivo de alejar al espectador de la idea de que está ante teatro filmado.

Polanski será prófugo de por vida, pero de tonto no tiene un pelo, de manera que aunque la obra original discurriera en París y quienes le han financiado la película son franceses, alemanes y españoles, él ha trasladado su historia a Nueva York (por obvios motivos no la filmó allí), y sus cuatro actores -dos europeos y dos estadounidenses- hablan en inglés, por aquello de que todo lo "gringo" vende más y mejor. Pero bueno, esto es poco relevante ante otros de sus talentos menos comerciales.

Aunque todo el mundo hable hoy de Madonna, lo cierto es que había una segunda película en competencia, que con la maquiavélica habilidad de Marco Müller, director de la Mostra, ha sido simplemente un juguetito "made in China" facilmente arrinconable en las crónicas. "Saideke balai" (Guerreros del arco iris) es una épica y a la postre cutre superproducción taiwanesa que ensalza la lucha del pueblo de Formosa para quitarse de encima el yugo de los invasores nipones el siglo pasado. Uno se pregunta qué tejemanejes y presiones políticas son las que hacen que un film bélico torpemente rodado, ambicioso en su planteamiento pero vacío de cualquier interés dramático, con escenas de masas y batallas interminables, trufadas de efectos especiales de producción escolar, sea acogido con tanta generosidad en la sección oficial a concurso de un certamen de esta categoría. Y esa curiosidad se muda en indignación al constatar que todo esto ocurre un año en el que no hay ni una sola cinta iberoamericana que Müller y su gente haya encontrado mejor que esta irrelevante pelicula de batallitas. ¿Realmente tan malos somos?

Madonna, en Venecia

Quien sí que de verdad está empeñada -infructuosamente- en demostrar que es buena en cualquier disciplina que emprenda es Madonna, la "glamourosa" protagonista de la jornada. Incombustible, la cantante de antepasados italianos eligió este festival para dar a conocer fuera de concurso su segunda realización, pretenciosa, aburrida e innecesaria. La ya de sobra conocida historia de Wallis Simpson y Eduardo VIII, en manos de la cantante/actriz/cineasta se ha vuelto un torpe alegato pseudofeminista -coescrito por la propia Madonna junto a Alek Keshishian- que aburre por su pretenciosidad y no aporta nada a un suceso histórico lleno de puntos oscuros aunque sobredamente representado en la literatura, el cine y la televisión.

Fuente: Noticine

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