La huelga general convocada por uno de los sindicatos italianos este martes ha dificultado algunas llegadas y salidas pero sin afectar realmente al transcurrir de la Mostra veneciana, que por otro lado se ha tomado un respiro en lo que a estrellas internacionales se refiere. El principal protagonismo del día se lo llevó la británica "Cumbres borrascosas", un "remake" firmado por Andrea Arnold, y ello a pesar de no acabar de convencer a todo el mundo. Peor fue la acogida para la japonesa "Himizu", mientras que fuera de competición el veterano Hermmano Olmi mezclaba caridad cristiana y emigración en "Il villaggio di cartone".
El cine británico tiene una profunda e insistente fascinación por sus clásicos literarios, a los que vuelve una y otra vez. En pocos meses estamos viendo una nueva versión de "Jane Eyre" y ahora otra de "Cumbres borrascosas" ("Wuthering Heights"), esta vez de la mano de una de sus nuevas directores punteras, Andrea Arnold, la de "Fish tank" y antes "Red road". A diferencia de sus dos anteriores largos, estamos ante una realización "de encargo" sobre un guión que no es suyo, sino de Olivia Hetreed.
Es difícil sustraerse en la comparación de la más conocida versión de esta novela trágico-romántica de Emily Brontë, la clásica rodada en blanco y negro por William Wyler en 1939 y que protagonizaron Laurence Olivier y Merle Oberon. De entrada Arnold convierte al protagonista masculino en mulato, reduce a la mínima expresión los diálogos y casi suprime del todo la música, además de magnificar el escenario natural. La suya es una adapción bastante desolada y desoladora, interesante (hubo aplausos) pero sin duda menos accesible para el gran público.
Sí en cambio puede resultar -al menos de entrada- atractiva para la audiencia mayoritaria de nuestras salas, la muy joven, la adaptación que hace el veinteañero japonés Sion Sono de un comic manga bajo el título de "Himizu", protagonizada por un adolescente de atribulada vida personal y familiar. Con calzador y sobre la marcha, añadió el cineasta nipón el asunto sin duda trascendente del terremoto/tsunami que asoló su país meses atrás, un elemento que no acaba de casar con el resto de su historia, de por si no muy apasionante. Tampoco ayudan la inexperiencia de sus intérpretes. De nuevo (y recordamos la cinta taiwanesa de hace unos días) el director del festival, Marco Müller, se deja llevar por su desmedido cariño hacia el cine oriental, sin que el resto nos acabemos de explicar qué hacen cintas como estas al lado de una afortunadamente muy buena cosecha veneciana este 2011.
El ya octogenario Ermanno Olmi, hace tres décadas la gran esperanza luego frustrada del cine de autor italiano, llegó a decir que abandonaba el cine de ficción, pero para bien o para mal no ha cumplido su palabra, y -fuera de concurso- el ganador en Cannes con "El árbol de los zuecos" le mete mano al espinoso tema de la emigración ilegal y la marginalidad (tema recurrente este año en la producción nacional) con "Il villaggio di cartone" (El pueblo de cartón"). Se trata de un drama protagonizado por un anciano sacerdote (el siempre convincente Michel Lonsdale) que en los últimos años de su vida encuentra sentido a su vocación religiosa en una antigua iglesia abandonada que se ha convertido en refugio de emigrantes y marginados. A pesar de que no llega a la hora y media de metraje, y pese a sus buenas intenciones, la cinta de Olmi no tiene suficiente sustancia para mantener atento al espectador.
Fuente: Noticine
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