El universo de la estilizada animación japonesa, conocida como animé, que se ha vuelto muy popular en todo el mundo y que ayudó a reconfigurar la imagen del país como líder a la hora de marcar tendencias culturales no es tan maravilloso como aparentan las películas. Pues la industria de la animación en Japón está pasando por una mala racha.
Los empleados de animé están descontentos, pues trabajan muchas horas por poco dinero, además que las ventas de boletaje y DVD han ido en descenso, mientras la competencia crece rápido en todo Asia, pues hay estudios en China y Corea del Sur donde se producen programas de alta calidad al estilo del animé, con mano de obra más barata y, en algunos casos, subsidios del gobierno.
Aunque la película de animé El viaje de Chihiro ganó el Oscar en 2002 a la mejor película de animación, y antes de eso la franquicia Pokémon se había convertido en un popular programa televisivo y un éxito de taquilla, una población infantil cada vez menor en Japón ha desalentado a fabricantes de juguetes, cadenas de televisión y otros patrocinadores tradicionales de financiar programas nuevos.
Ejecutivos de la industria estiman que nueve de cada 10 trabajadores nuevos renuncian antes de los tres años, y los muchos empleados talentosos optan por plazas mejor remuneradas en sectores como los videojuegos.
La mayoría de los dibujantes jóvenes de animé trabaja como freelance y a menudo carece de beneficios laborales. A muchos les pagan según la cantidad de bosquejos que producen y ese precio ha cambiado poco en 30 años.
El gobierno japonés afirma que intenta apoyar la industria, con planes para aumentar el gasto en educación y capacitación para diseñadores de animé jóvenes y asignando más recursos para el marketing de películas. Pero alimentar el talento local se ha vuelto más difícil en momentos en que las empresas japonesas tercerizan cada vez más la producción a estudios de China, Corea del Sur y Vietnam, donde los costos laborales son más bajos.
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