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domingo, 22 de febrero de 2009

Leonardo Favio, venerado en su tierra natal

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El 20 de este mes Leonardo Favio aceptó con alegría –no es hombre dado a los halagos convencionales- un gran homenaje que le brindó la provincia de Mendoza, donde nació, nombrándolo ciudadano ilustre de esa tierra. También estuvo en San Rafael, estrenando “Aniceto” y recibiendo el cariño de la gente.
Toda la gente importante quiso estar en el auditorio Angel Bustelo. Y la gente importante, ya se sabe, empieza por la política. De modo que el gobernador Celso Jaque –a quien conocimos en su Malargüe natal cuando inauguró en el 2000 un centro cultural que incluía una sala de cine flamante- fue bastonero natural del festejo. Muchas figuras locales de distintas disciplinas envolvieron a Favio en una gran burbuja de afecto y admiración. Otros aprovecharon la oportunidad para expresarse políticamente en contra de la gestión actual. Pero no empañaron el tributo porque eso pasa siempre y cómo no iba a pasar con un cineasta que además es un cuadro peronista indiscutible e indiscutido, como su respetado par, Hugo del Carril. Quien esto escribe no estuvo en el Bustelo, aunque le hubiera gustado estar para darle un abrazo y sumergirse en imágenes muy potentes. Por ejemplo, la personalidad intensa mostrada en sus primeros trabajos interpretativos para el cine a las órdenes de Leopoldo Torre Nilsson. El deslumbramiento de su despuntar como director de cine, un salto desde la actuación que nunca fue demasiado frecuente. El Favio actor evocaba los sobresaltos de su vida de niño en Luján de Cuyo y ensayaba una caligrafía personal sorprendente en Crónica de un niño solo. Y ya desafiante, ya solitario en el panorama sesentista del cine argentino, estrenó un film de título larguísimo que empezaba Este es el romance del Aniceto y la Francisca…que la crítica consagró y el público no supo valorar a fondo. Después todo su minucioso, obsesivo trabajo como realizador rescatando por ejemplo el menospreciado radioteatro para cincelar una obra bellísima, Nazareno Cruz y el lobo. Antes dejó mudos a todos con su versión del melodrama “bandido” Juan Moreira, poniéndole auténtica tragedia a la historia menor que fundó el teatro nacional. O haciendo actor al boxeador Carlos Monzón en un dúo delicioso con el cantante Gian Franco Pagliaro: Soñar, soñar. Siempre lo popular genuino elevado a rango de arte mayor en alas de un talento creativo sin valores comparativos válidos en nuestra pantalla.
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También viendo imágenes del homenaje en Mendoza regresó el Leonardo Favio cantante, ese estallido tan extraño por lo inesperado pero que tuvo la misma fuerza atávica que edificó su cine, la gente común. “…pantalón cortito, un solo tirador…” Cientos de miles de simples, una catarata de vinilo lo llevó a las alturas de la consagración masiva. Un personaje singular Leonardo. Sin vueltas ni dobleces. Ahora con su salud dándole la espalda fue feliz en su provincia aunque como dijo, “no reconocí Luján, no queda nada de aquello”. Y claro, como viajó a su pago, no estuvo el día anterior en la quinta de Olivos donde tantos artistas aplaudieron a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en el acto donde los directores de cine quedaron al fin dueños de los derechos de autor que de sobra les pertenecen. Un remolino de besos y hasta algún semiabrazo para la foto de una militante radical de otros tiempos. Favio, peronista hasta el tuétano, no pudo estar. Pucha como se cruzan a veces las fechas de los actos públicos…

Fuente: ElCine

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