En una sola semana, se pueden ver las pelíciulas de Hal Hartley
“Sus películas indagan profundamente en las formas de la vida estadounidense y lo hacen con una crítica muy sutil y cruda a la vez. Creo que estamos frente a una de las máximas figuras del cine independiente norteamericano”, lo presentó ante el público el presidente del Festival marplatense, José Martínez Suárez.
El autor de conmovedores filmes como “Confía en mi”, “La última oportunidad” y “El libro de la vida” se presentó diciendo que valoraba mucho “esta oportunidad de poder ver todas mis películas en una sola semana, porque para mí representan un proceso de investigación y trabajo muy profundo”.
Si bien es reconocido como uno de los autores independientes más talentosos de Estados Unidos -país donde él reconoce como influencias a John Cassavetes, John Sayles y Maya Deren-, Hartley consideró a la categoría de “independiente” como uno de “esos términos que inventa la industria para vender un poco más” y dijo que, en verdad, él no sabe si es o no es un cineasta independiente.
“Me considero en realidad una persona independiente y por eso tengo problemas con la industria, porque no encajo muy bien en el sistema. Religiosa y espiritualmente, soy una persona no alineada”, afirmó el cineasta, en respuesta a una de las preguntas del moderador de la charla, Pablo Conde.
Frente a una audiencia compuesta por estudiantes, periodistas, realizadores y público en general, Hartley aseguró que lo que quiere ofrecer al público con sus películas “es una oportunidad para algo más que un mero entretenimiento. Quiero que la gente salga del cine sintiéndose un poco distinta o cambiada”.
Autor de la banda de sonido de varias de sus películas bajo el seudónimo Ned Rifle, Hartley es un amante de la literatura y especialmente de la obra del dramaturgo francés Moliére, de quien rescata “la comedia y todo lo que evidencia de la hipocresía subyacente de la sociedad. Hacía un uso muy inteligente de la ironía y la presentaba como un espacio muy importante del pensamiento”.
“Uno de mis vicios más sanos era leer durante mucho tiempo y de manera constante”, señaló el cineasta, para quien la literatura “fue una salida de escape, porque sentía que estaba viviendo en un gran vacío cultural. Leyendo me di cuenta de que no era el único que pensaba del mismo modo, y así -agregó- fue creciendo en mi esta actitud de disenso que vuelco en mis películas”.
Cronista de las desventuras humanas de personajes sumamente complejos que siempre van a contrapelo de una sociedad contaminada por la hipocresía y los prejuicios, Hartley trabaja muy a fondo con los diálogos, pero también con sus actores “para que con sus movimientos y gestos digan mucho más de lo que ellos dicen y muestren a través de sus cuerpos aquello que intentan callar”.
“Algo que aprendí de Moliére, Brecht y Godard es el hecho de reflejar un rasgo básico de la naturaleza humana, y llevar a los actores a mostrar esas contradicciones tan profundas que hacen a la vida de todos los seres humanos”, explicó.
El cineasta estadounidense, cuyas películas establecen para algunos críticos relaciones intertextuales con las del francés Jean-Luc Godard, señaló: “Lo que encontré en Godard y Fassbinder es una gran motivación. Me educaron en mi descubrimiento del mundo, y por ellos empecé a sentir ganas de leer más sobre política e historia”.
Hartley es muy reconocido por muchos otros cineastas en los Estados Unidos y en el mundo, que siguen sus pasos y -sin emular necesariamente su particular estilo- lo toman como un ejemplo para producir películas de bajo presupuesto donde poder indagar con plena libertad sobre temáticas sociales y políticas universales.
“Soy conciente de que hay una nueva generación de realizadores que siguen mis pasos. Y eso me parece muy alentador, pero no creo que yo sea un ejemplo para nadie”, señaló el director, quien destacó que “la vida y el mundo son más interesantes en los márgenes”.
Para Hartley, “las personas que deciden quedar al margen del sistema -opinó- son las que tomaron una decisión real, mientras que aquellas que deciden quedarse en el medio son aquellas que oponen la menor resistencia posible. Por eso me interesan los personajes que deciden vivir y asumir su marginalidad”.
“En este momento decidir ser un artista es una decisión política, porque implica una postura de no participar de la cultura masiva generalizada. El arte y el cine son cosas que suceden por sobre la política y ese es el motivo por el cual los artistas son tan poco confiables”, redondeó el cineasta.
Fuente: Elargentino
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