
Pablo Agüero es el único argentino que opta por el premio al mejor director de la sección Zabaltegui-Perlas del Festival de San Sebastián, donde recibió aplausos por su filme "77 Doronship", que muestra el mágico encuentro entre un anciano de 87 años al borde de la muerte y una embarazada a punto de dar a luz. "La película tiene algo de vuelta a la infancia, de ingenuidad, es como un regreso al país perdido de lo lúdico. De alguna manera habla del exilio que todos llevamos adentro y de la expulsión que alguna vez sufrimos de la infancia y la inocencia", afirmó el cineasta en una entrevista que mantuvo con Télam en esta ciudad.
"77 Doronship" fue filmada entre los años 2000 y 2009 en un desierto de Mendoza y en un departamento de París, y describe el particular encuentro entre un anciano argentino de 87 años y una joven francesa embarazada de ocho meses y muy cerca de dar a luz.
Ese cruce ocurre cuando Anne acaba de ser abandonada en París por José, su marido argentino, que sólo está presente en el relato a través de su voz, y cuando, inesperadamente, el abuelo de su ex pareja llega desde la Argentina dispuesto a quedarse en su casa.
El director de "Salamandra" experimentó aquí con un collage de formatos, en 35 milímetros y en video de alta definición, incluyendo animación stop motion, fotografías, ecografías y radiografías de sus propios protagonistas.
-¿De dónde sale la palabra "Doronship" y por qué te inspiró a filmar esta película? -Surgió de una inmigrante judía que vaya a saber cuántos exilios venía encadenando hasta llegar a la Argentina. Esta mujer vieja, a punto de morirse, estaba lavando los platos y en un momento de ausencia dijo: "Doronship". No sé si es una palabra real, pero para mí representa eso que no podemos atrapar, el lugar del cual hemos sido expulsados y al que no podemos regresar.
-Un sentimiento humano y universal, algo así como el paraíso perdido...
-Exacto, es el exilio que llevamos todos adentro, algunos más que otros pero llevamos todos un exilio, la expulsión de la infancia y la inocencia. La película tiene algo de eso, de regreso a la infancia, algo ingenuo, que es como un regreso al país perdido de lo lúdico.
-¿Eso es lo que le sucede al anciano que protagoniza tu filme? -Este viejo está viviendo una nueva infancia, experimenta una última explosión de su vitalidad. En esta película están las dos cosas, está el registro de un anciano que se está muriendo y de un niño que está naciendo y crece mientras filmamos. Son los últimos 15 días de un embarazo y los últimos 15 días de este hombre que hace su viaje a París como el último de su vida.
-¿Cómo vivieron esas 15 jornadas de rodaje en París? -Durante esos días en París asistimos al proceso de morir y de nacer. Además de ser una tragicomedia ingenua, la película es un documento de un momento que nadie puede ver si no es viendo esta película. Nunca se ha hecho, jamás se filmó una película con una mujer que va a parir al día siguiente de que se termine el rodaje, jamás se filmó en una ficción el final real de un embarazo.
-¿Cómo hiciste para mantener este proyecto vivo durante 10 años? -En la película se ve un contraste entre dos concepciones de lo que es el cine, dos actitudes opuestas que marcan mi evolución en los últimos diez años y que esta película sintetiza.
-¿Cuáles son esas dos concepciones del cine? -En primer lugar hay un cine de puesta en escena, estético, casi abstracto, que quiere parecerse a la pintura, con la idea de que en la puesta en escena se puede fabricar todo, que es un poco lo que hice en el desierto de Mendoza, donde puse a los actores al servicio de la puesta en escena.
-¿Y el otro? -Es un cine que quiere captar lo humano y lo que sólo el cine puede captar, una puesta escena más espontánea y real, que está al servicio de las personas que uno está filmando, ya que ellos están viviendo un momento único en sus vidas y yo estoy a su servicio para filmarlos.
-¿En qué punto se relaciona la película con tu propia historia de orfandad y de sentirte extraño en todos los lugares? (Agüero se crió en El Bolsón, vivió en París, en Madrid y en Marruecos) -Se relaciona mucho, porque siento que es como haber nacido exiliado y luego no haber encontrado nunca un lugar de pertenencia. Es un sentimiento de orfandad muy personal, pero tengo confianza en que es algo universal también.Fuente: Yahoo
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