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En la madrugada del último viernes y a poco de retirarse de la fiesta que celebraba el comienzo del Festival Cinematográfico de Mar del Plata, un paro cardíaco terminó con la vida de José María Safigueroa, un veterano e hiperactivo periodista de cine y tango. |
José María “Gogo” Safigueroa fue colega y amigo a lo largo de más de cuarenta años. Loco por el cine y el tango hacía un programa de radio cuando lo conocí a mediados de los sesenta y lo acompañaba un compañero mío del diario Clarín, Roberto Rial. Habían armado un binomio de crítica cinematográfica que diversificaba los criterios y buscaba un estilo personal (muy poco después haríamos lo mismo con Carlos Morelli). Alguien los bautizó “los mellizos americanos” mote que prendió enseguida pero que ninguno de los dos avaló nunca del todo. Gogo siempre tuvo mucho empuje y mucha calle. Nacido y criado en Villa Urquiza donde vivió mucho tiempo, invariablemente proyectó esa pertenencia como una identidad esencial de su perfil. Y desde muy joven el tango fue una pasión y una investigación que lo llevó a bucear con empecinamiento y muy buen ojo en sus orígenes, en sus estilos, en sus figuras. Safigueroa tuvo gran cantidad de programas de radio donde difundía la música rioplatense y volcaba su sabiduría tratando de hacer escuela sin didactismo, porque era por encima de todo un periodista. Pero enseñó mucho a muchos sobre cine argentino y tango. Si la radio hizo inconfundible su voz a lo Satchmo con raspaduras de estaño y tabaco, la televisión difundió su malicioso y divertido juego de “las perlitas” de película, esos errores que casi sin excepción todo film comete pero requiere vista muy fina para descubrirlos: las fallas de continuidad en la ropa y los gestos, el avión remoto pero visible que hace trizas un relato de la Edad Media, un fondo que segundos antes no estaba.
Gogo Safigueroa se fue en un momento excepcional de su carrera, cuando no sólo había convertido a Los tres berretines en un exitazo radial por la FM de Radio Ciudad todas las tardes desde hace dos años, sino que conducía otros dos ciclos radiales junto a Graciela Raffa y los fines de semana lo encontraban siempre charlando de tango en los entrañables cafés de Buenos Aires. Tenía 70 y nada presagiaba este final. Eso sí, partió de madrugada y discretamente, como lo hace un tanguero de ley.
Fuente: ElCine.ws
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